HOMENAJE AL ARQ. IVÁN AGUILAR M.
A un año de su sentida partida...
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ARQUITECTO
IVÁN AGUILAR, LA MEMORIA DEL TIGRE
-Semblanza a 1 año de su muerte-
Oswaldo Calatayud Criales y Pamela Tamayo
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Recordar al arquitecto Iván Aguilar Murguía
es recordar al The Strongest, porque ambos -la persona y el
club- se correspondían sagradamente, como en contados
casos.
Dos diagonales
cruzaban la vida de este hombre más conocido como “el
mayor historiador del fútbol boliviano”. En ambas está
el gualdinegro: una reúne al fútbol y al The Strongest;
la otra a la arquitectura y –una vez más- al The Strongest.
En los setenta
y cuatro años que le tocó vivir (1947 - 2021) supo
combinar ambas pasiones con armonía. Basta referenciar las
coordenadas de la ciudad donde siempre se lo encontraba: su oficina
ubicada a sólo unos pasos de la Plaza Murillo, aquélla
que vio fundarse al “The Strongest Football Club un ocho de
abril de mil novecientos ocho”, como le gusta recapitular;
y su vivienda, situada a los pies del Mirador de Killi Killi, cuya
vista daba de lleno al Estadio Hernando Siles, más explícitamente
a la curva sur donde habita la parcialidad stronguista.
Estar en su
sala con las laderas paceñas como cortina y el Illimani en
su máximo esplendor, con el estadio meciéndose entre
ambas, era una experiencia formidable. En esa estampa paisajística
se resume todo el mundo futbolero que habita en sus cuatro paredes.
Desde ahí
seguían los apasionados hinchas futboleros los partidos del
Tigre o de la Selección con la ayuda de binoculares, si es
que acaso se quería más detalle. De noche, con las
luces del Siles encendidas, la panorámica permitía
apreciar al templo del fútbol boliviano acunarse en medio
de la bohemia Miraflores. Y cuando no había partidos, una
gran pantalla de televisión ocupaba el ventanal en igual
perspectiva al Estadio, con alguna trasmisión futbolera desde
cualquier parto del orbe. Así, en esa sala sólo se
respiraba fútbol, como ni más ni menos ocurría
en su Biblioteca del Fútbol, ubicada a diez minutos de ahí,
con sus más de mil títulos del fútbol mundial.
Y es que la
pasión del Arq. Aguilar por el fútbol le fue inmanente
desde un principio, cuando se filtraba por las rejas del antiguo
Estadio La Paz, para hacer de pasapelotas, o para instalarse en
la tribuna infantil de aquel escenario originalmente diseñado
por el Arq. Emilio Villanueva, de la mano de sus primos que lo tentaban
a alentar a Maestranza, Ferroviario o Litoral a cambio de un sándwich,
aunque él se decidió por el The Strongest para alegría
de nuestra institución.
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El Arq. Aguilar recordaba, asimismo, que su padre colaboró
con la remodelación del Estadio Hernando Siles en 1963, siendo
él su ayudante a la corta edad de 16 años. Ahí
afloró su otra pasión, la arquitectura, pues luego
emigró al país del fútbol, Brasil, donde se
profesionalizó como arquitecto. Su estadía de 5 años
fue bien aprovechada en empaparse del fútbol, adquiriendo
un particular afecto al Maracaná, verdadero monumento de
los estadios del mundo.
Precisamente
en Rio de Janeiro se enteró de uno de los episodios más
tristes de la historia stronguista: el accidente aéreo de
Viloco, y fue desde entonces que le cautivó la historia del
equipo del que era enconado hincha. No lo podía creer, pues
incluso los titulares de los deportivos en portugués anunciaban
la tragedia del equipo boliviano. Sintió la impotencia de
no poder hacer nada a la distancia, más que contar a los
brasileros de la historia del Club Más Grande de Bolivia,
convirtiéndose desde entonces en un prolífico narrador
de las victorias y las glorias del gran The Strongest.
Ya de regreso
a Bolivia con el título de arquitecto bajo el brazo, no dejó
su vocación de historiador del fútbol y de seguidor
de aquellos equipos históricos como el The Strongest Símbolo
que rescató de las cenizas al club, o al primer campeón
de Liga de 1977. De hecho, cada vez guardaba más admiración
a esas antiguas escuadras aurinegras que hicieron grande al club,
como el primer campeón de 1911, el tetracampeón de
los años veinte o el campeón con valla invicta de
1930. Y si de títulos memorables de trata, no dejaba de recordar
el bicampeonato de 1963-64 que como ningún otro le había
dejado briosa la retina.
De esa mirada
atenta y memoria prodigiosa surgió el historiador de fútbol
Iván Aguilar Murguía, título que se ganó
en cancha por parte de la comunidad de periodistas bolivianos y
de cronistas de otros países. Orador incomparable, su militante
prédica del fútbol se escuchaba en cuando acto público,
cívico o social se preste para orquestar sus desbordantes
recuerdos del fútbol en cualquier rincón del mundo,
mismas que rubricó en sendas publicaciones de gran valía.
Al respecto,
Iván Aguilar parece haberse guardado todas sus historias
para compendiar un libro del The Strongest con las dimensiones de
su propia historia: más de 800 páginas repartidas
en dos tomos, titulado “Rugido Centenario”, uno de los
cuales ya vio la luz para beneplácito del pueblo stronguista.
Un esfuerzo titánico de un hombre que debe contener en su
cabeza la oralidad misma del The Strongest y la estadística
total de un club que por nada más se jacta de ser el mayor
campeón y de no haber nunca descendido.
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Por su parte, como arquitecto, su contribución en la materialización
del patrimonio stronguista es también memorable. Entre ellos,
la concreción de algunos ambientes de la Casa del Tigre,
la remodelación de la Sede de Calle Colón, incluyendo
la proyección de las que él denominó Peñas
Stronguistas, la primera de las cuales esbozó en su propio
domicilio. Adicionalmente, cabe recordar que sus mayores iniciativas
ahan estado ligadas al gualdinegro, desde detalles como haber erigido
el busto al Chupa Riveros, hasta haber hecho el diseño completo
de la ampliación del Estadio Rafael Mendoza Castellón,
con unos hermosos palcos como los de la Bombonera de Boca Juniors.
Cuánto
no hubiera soñado él ocupar algunos de esos palcos
en la bella Achumani, barrio que dicho sea de paso siempre sostuvo
que debía nombrarse Cañada Strongest en honor a uno
de los máximos hitos de nuestra vida institucional. En tanto,
hasta sus últimos días, siguió ocupando su
butaca de “stronguista e historiador” en el sector de
preferencia del Hernando Siles, sólo con su radio canchera
o acompañado de los amigos y familiares que a mediotiempo
buscaban en él criterios del partido y al final salían
celebrando jornadas históricas que luego escribiría.
Hoy esa butaca no está vacía, porque su hermano Armando,
su hija Diana o su nieto Alan, están siempre fungiendo su
presencia.
El ciclo del
tiempo nos lo alejó, como hace exactamente un siglo antes
lo había hecho con su abuelo, también en pandemia,
como recordó en uno de los últimos actos familiares
que compartió. Hoy dos bibliotecas -la del fútbol
y la stronguista- llevan su nombre, como justo homenaje a un
amigo, padre y profesional que seguro está alentando a su
viejo y querido The Strongest desde el firmamento oro y negro.
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